Comienzo y fin de la comunidad

La competencia “tomaba proporciones demasiado grandes, porque los primeros en llegar podían fabricar cartas de Marsella”, escribieron los cartistas de la ciudad cuando elaboraron sus estatutos, destinados a reunirles en comunidad.
De abusos hay: pedidos a fabricantes “de los alrededores” para la exportación, despidos de los obreros de un taller… El 30 de septiembre de 1730, después de una opinión favorable del intendente de Provence, la homologación de los estatutos fue aceptada.
Una cámara sindical se creó y jurados se encargaron de hacer respetar los estatutos. Su tarea era múltiple: visitas cerca de su ubicación, recepción de quejas contra la mala fabricación o de abusos de los cartistas, fijación de sellos “a las armas de la ciudad y con divisa” en las cajas destinadas a la exportación y seguimiento de un registro utilizado para los envíos de cartas al extranjero.
Las reglas son estrictas. Ningún maestro en cartas podía ejercer sin el acuerdo de la cámara sindical y todas las cartas vendidas en Marsella debían salir de talleres marselleses so pena de de multa. Prohibición de “déchambrer” (despido), fijación de cuatro aprendices por marca constituían, una parte del reglamento. Cotización anual, pago de cuotas de entrada de los aprendices y de los compañeros y multas sancionadoras en el incumplimiento de los reglamentos llenaban la caja de la comunidad. El antepasado de la seguridad social y de subsidio de paro hace su aparición mediante la creación, estatutada, de una caja de previsión.
Un favor le es demandado al guarda sellos en 1753. El pequeño número de maestros en cartas les lleva a reagruparse para formar una sola fábrica y mantener la calidad del trabajo para restablecer un comercio casi apagado. Formulan muchas demandas y especialmente, fijar en ocho el número de maestros en cartas en ejercicio en la ciudad. El monopolio que desean es rechazado.
En 1776, el estatuto de los maestros en cartas de Marsella ya no es vigente: vuelven a ser profesiones “libres”.